MINUSCULARIO I
Lur
Bang le dijo a su hermana Olga Bang que dentro del geranio que tenían sobre el
alféizar de la ventana de la cocina había oído un pequeño gruñido. Como de
alguien que es despertado a destiempo y no quiere mover el cuerpo pero
entreabre un ojo por curiosidad. Olga Bang, que en ese momento estaba silbando
en mitad del cuarto de estar y probándose los zapatos de su madre, dejó
inmediatamente lo que estaba haciendo y, con la ayuda de una banqueta (era muy
muy bajita, tan bajita que a veces los caracoles la miraban por encima del
hombro cuando ella los sorprendía hurgando entre los estantes), se acercó al
geranio y, mientras contenía la respiración, con las manos temblorosas, separó
los pétalos de la flor. En el interior, encontró un elefante minúsculo. Mucho
más diminuto que ella. Olga Bang, emocionada, juntó sus manitas y dejó
escapar un chillido apenas audible. El elefante, con el ojo entreabierto,
enarcó la ceja y se dio media vuelta en la cama. Un poquito más, que tengo sueño, le dijo.
Y
siguió durmiendo.
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